Existe otro camino situado después de la niebla donde duermen
los magos, donde todo el mundo debe saber que la vida no se detiene. Esta es la
historia de alguien que inicia ese viaje del alzheimer en busca de su amor que
poco antes ya lo había hecho…
Siempre me ha gustado ponerle chimeneas y alfombras a las
mareas…Y…¡Lo sigo haciendo! simplemente ahora viajo por encima de las olas y planto
macetas de agua que chispean y mojan las tapias del espacio. Llueve y no hay
banderas en los agujeros de los charcos. Desde este recreo en la vida espero
ver el lugar donde se mecen las rosas.
Desde que te marchaste he vivido a rachas, callado a
pedazos, sin pasos pero con ganas de correr, sentado, mirando las pausas. Me
doy cuenta que poco a poco voy escondiendo con cartones la luz desparramada de
los días. Aprovecho aquellos que pusiste. Me gustaría ponerle esparadrapos a los
garabatos de mi memoria pero estoy en ese lugar donde debo poner andamios para que
no se escapen de las rejas los recuerdos. Tengo prisas por llegar. Me sonríes,
te veo cuando callas, te hablo cuando me miras e intento medir lo que te he
echado de menos.
Escribo esta carta
mientras cruzo los espacios. Lo hago para ellos ¡para que no estén tristes! lo
hago como se escriben los reflejos en los charcos, no ha sido fácil, a veces he
aguantado con sobredosis de lunas llenas, sintiendo que no pisaba los raíles de
tiempo, que las estrellas se difuminaban. Me asomaba a las ventanas de las
posadas de las olas y solo así las sogas se olvidan del polvo.
¡No sé mi vida si esto
es un sueño! Pero… busco la estación donde tú ya has llegado. Prometimos no
dejar nunca dormir las lágrimas en las maletas de las caricias. Nuestra vida,
con alegrías y heridas, han ido remendando brújulas de promesas. Me acuerdo de
ellas, cuando hace poco intentabas convencer a las habitaciones de que las
sillas aún tenían los fragmentos de las muñecas.
Lo que más molesta a los viajeros, a los caminantes que
me acompañan es cuando intentan conjugar los verbos ser y estar y los encierran
en las cremalleras del olvido. Tienen miedo de sentir como bostezos los besos,
por eso cierran los exentos instantes de los quicios en la almohada donde
duermen los cuentos. Yo no tengo miedo.
Siempre me ha gustado estar lo más lejos a tu lado. Ya
estoy llegando. Te veo. Noto como se
estrujan las ermitas de los relojes conforme el tren llega a la
estación. Hemos cruzado la niebla donde
duermen los magos. Nunca pregunté dónde
estabas. Sabía que estarías esperándome con las perchas de tus sonrisas, que
estarías esperándome… donde se mecen las rosas.