martes, 26 de marzo de 2013

El camino donde se mecen las rosas….



Existe otro camino situado después de la niebla donde duermen los magos, donde todo el mundo debe saber que la vida no se detiene. Esta es la historia de alguien que inicia ese viaje del  alzheimer  en busca de su amor que poco antes ya lo había hecho…




Siempre me ha gustado ponerle chimeneas y alfombras a las mareas…Y…¡Lo sigo haciendo! simplemente ahora viajo por encima de las olas y planto macetas de agua que chispean y mojan las tapias del espacio. Llueve y no hay banderas en los agujeros de los charcos. Desde este recreo en la vida espero ver el lugar donde se mecen las rosas.

Desde que te marchaste he vivido a rachas, callado a pedazos, sin pasos pero con ganas de correr, sentado, mirando las pausas. Me doy cuenta que poco a poco voy escondiendo con cartones la luz desparramada de los días. Aprovecho aquellos que pusiste. Me gustaría ponerle esparadrapos a los garabatos de mi memoria pero estoy en ese lugar donde debo poner andamios para que no se escapen de las rejas los recuerdos. Tengo prisas por llegar. Me sonríes, te veo cuando callas, te hablo cuando me miras e intento medir lo que te he echado de menos.

Escribo esta carta mientras cruzo los espacios. Lo hago para ellos ¡para que no estén tristes! lo hago como se escriben los reflejos en los charcos, no ha sido fácil, a veces he aguantado con sobredosis de lunas llenas, sintiendo que no pisaba los raíles de tiempo, que las estrellas se difuminaban. Me asomaba a las ventanas de las posadas de las olas y solo así las sogas se olvidan del polvo.


¡No sé mi vida si esto es un sueño! Pero… busco la estación donde tú ya has llegado. Prometimos no dejar nunca dormir las lágrimas en las maletas de las caricias. Nuestra vida, con alegrías y heridas, han ido remendando brújulas de promesas. Me acuerdo de ellas, cuando hace poco intentabas convencer a las habitaciones de que las sillas aún tenían los fragmentos de las muñecas.

Lo que más molesta a los viajeros, a los caminantes que me acompañan es cuando intentan conjugar los verbos ser y estar y los encierran en las cremalleras del olvido. Tienen miedo de sentir como bostezos los besos, por eso cierran los exentos instantes de los quicios en la almohada donde duermen los cuentos. Yo no tengo miedo.

Siempre me ha gustado estar lo más lejos a tu lado. Ya estoy llegando. Te veo. Noto como se  estrujan las ermitas de los relojes conforme el tren llega a la estación.  Hemos cruzado la niebla donde duermen los magos.  Nunca pregunté dónde estabas. Sabía que estarías esperándome con las perchas de tus sonrisas, que estarías esperándome… donde se mecen las rosas.